martes, 25 de junio de 2013

¿Cuán Generoso Eres?



¿Cuán Generoso Eres?
Por el rabino Eliezer Shemtov

Hay que dominar bien un lenguaje para saber interpretarlo. Cada idioma habla en su propio código. Si uno no sabe el código no sabrá descifrar el mensaje transmitido.
Por ejemplo: imaginémonos un madre e una hija. La madre mide 1.6 mts. y la hija mide 1.8 mts. ¿Quién de las dos es más grande?
Si le preguntas a una niña, te dirá que la hija es más grande que la madre, ya que la ve más alta. No entenderá por qué la gente insiste en decir que la madre es más grande. Obviamente, la palabra “grande” se puede entender de distintas maneras. Hay que conocer bien el manejo del código para poder interpretar el significado correctamente.
Una de las características del lenguaje de la Mishná es su economización. No gasta dos palabras cuando puede expresar la misma idea por medio de una sola. De hecho, nuestros sabios nos enseñan que uno debe siempre enseñar por medio de expresiones concisas; la verbosidad a menudo sirve para confundir.
El desafío en este sistema de comunicación es tanto para el que habla como para el que escucha. Hay que saber comprimir la cantidad máxima de contenido en la cantidad mínima de palabras y hay que saber extraer la información correctamente.

Miremos un ejemplo del capítulo de Pirkei Avot que corresponde a esta semana, el capítulo cinco.
En la Mishná 13 dice:
Hay cuatro actitudes entre los que dan Tzedaká (“Caridad”):
1) El que quiere dar y que otros no den, su ojo está mal hacia los otros;
2) Que otros den y que él no dé, su ojo está mal hacia lo suyo;
3) Que él dé y otros den, es un piadoso;
4) Que él no dé y que otros no den, es un malvado.
Hay que entender: ¿Por qué habla de cuatro actitudes entre “los que dan Tzedaká”, si entre ellos menciona dos que no quieren dar?
También: ¿Cuál es la enseñanza práctica de esta información para nosotros?
Una de las enseñanzas es la siguiente:
En general hay dos maneras diferentes de dar: con ganas y sin ganas. ¿Cuál de las dos es más meritoria? ¿Es mejor dar como expresión de la generosidad, o dar a pesar de que uno no tiene ganas?
Encontramos en la Torá un precepto interesante: “Si ves el burro de tu enemigo cayendo debajo de su carga, ayudalo”. ¿Por qué justo el burro de tu enemigo? La explicación es que si ves dos burros cayendo debajo de sus respectivas cargas, el uno es de tu amigo y el otro es de tu enemigo, deberás ayudar primero al de tu enemigo, ya que tiene un “valor agregado”. Objetivamente, no hay diferencia entre un burro y otro. La única diferencia en este caso es subjetiva, el uno es de tu amigo y el otro es de tu enemigo. Al ayudar al burro de tu enemigo, además de estar ayudando a un animal que está sufriendo, estarás conquistando a tu propio “burro” personal, a tu instinto negativo.
Lo mismo es en cuanto a nuestro tema, el acto de dar Tzedaká: cuanto menos ganas tengas de dar, tanto más mérito y refinamiento personal generará el acto de dar.
Hay, no obstante, matices en la “mezquindad”. Hay quienes son mezquinos con su propiedad y hay quienes son mezquinos con su honor. Hay quienes no quieren dar dinero y hay quienes son más mezquinos aún, no quieren que otros den para no opacar su nivel de generosidad.
Cuentan de uno que tenía un amigo en el hospital a quien quiso ir a visitar. Demoró en llegar y cuando finalmente llegó a visitarlo le informaron que ya le habían dado de alta.
“¡Qué lástima!” dijo, “quise cumplir con el precepto de visitar a los enfermos…”
Prefiere que su amigo esté enfermo para poder generarse él más méritos… Mezquino de primera...
En cuanto a la Tzedaká sucede algo parecido, hay quienes dan no para ayudar al necesitado, sino para sentirse bien o para figurar. El que da porque quiere ayudar al necesitado estará más que feliz que otros también le den una mano. El que da únicamente para figurar, prefiere que no le “pisen los talones” con donaciones que le hagan sombra a pesar de que puede perjudicar al necesitado…
Cuando el caballo se acerca a un lago a tomar agua, tiene la costumbre de patear el agua. ¿Por qué? Explican los que saben que el caballo, al acercarse al agua y ver su propio reflejo piensa que se trata de otro caballo que quiere sacarle “su” agua… Al patearlo, desaparece el reflejo, y el caballo prosigue a tomar el agua - ahora embarrada - más tranquilamente….
Y por último, hay aquí una enseñanza positiva muy importante: todos, aun aquellos que les cuesta separarse de su dinero, están considerados “dadores de Tzedaká”, ya que es un instinto latente en cada uno de nosotros, aunque a veces cuesta activar y manifestarlo.

Esta enseñanza es alentadora tanto para el mezquino como para el que le viene a pedir su ayuda.

Vi hace poco una carta del Rebe en la cual exhorta al destinatario de la misma que siga hablando con determinada persona “como corresponde a un integrante de un pueblo terco”.

A primera vista parecería que la terquedad en cuestión se refiere al destinatario del mensaje. Pero me parece que también se  puede entender que se refiere al receptor de la carta. Siendo integrante del pueblo judío, un pueblo terco, no debe darse por vencido y seguir insistiendo en su intento de hacerle llegar el mensaje en cuestión al otro.

Pero ¿en qué se fundamenta la terquedad?

En base a lo antedicho se puede explicar. Al tener la convicción  de que el otro es realmente un “dador de Tzedaká”, que en su fuero más íntimo es una persona que quiere vivir su vida como D-os manda, no se dejará impresionar y disuadir por la resistencia inicial sabiendo que a la larga llegará a acceder y activar a las mejores cualidades del alma latente en él.

Escuché una vez de mi tío abuelo, el gran Jasid Reb Mendel Futerfas, que en paz descanse, que cuando uno le pide una donación a alguien y no quiere dar, es porque el Iétzer Hará (la mala inclinación) lo impide dar. Pero cuando uno opta por no pedirle, es porque el Iétzer Hará salió del otro y entró en uno...

Dicen nuestros sabios que es en mérito a la Tzedaká que lograremos salir del exilio. ¿Por qué? Se puede entender que es debido al mérito generado por la Tzedaká. También se puede entender que al dar Tzedaká uno logra liberarse de su exilio personal interno creando las condiciones cósmicas para que salgamos del exilio externo en el cual nos encontramos.

Ojalá que sea pronto.

Originalmente publicado en el Semanario Herbeo

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