sábado, 27 de octubre de 2012

La fe judía



Conceptos y Preceptos del Judaísmo
Por el rabino Eliezer Shemtov

La fe judía

Vivimos en un mundo en el cual gran parte de nuestro pueblo cree que no cree. Digo que cree que no cree porque por lo general dicen no creer sin saber de qué se tratan nuestras creencias.

Veamos algo de las creencias básicas del judaísmo.

Los Trece Principios

Maimónides sintetiza el credo judío en los siguientes trece principios:

1. Que D-os crea y dirige a todas las creaciones, y El, solo, hizo, hace y hará todo lo que existe.
2. Que D-os es uno y que no hay una unidad como El. Sólo El es nuestro D-os. Fue, Es y Será.
3. Que D-os no es un cuerpo. No le pasa lo que le pasa a un cuerpo. No hay nada que se Le compare.
4. Que D-os es el primero y último.
5. Que corresponde rezar sólo a D-os y a nadie más.
6. Que todas las palabras de los profetas son verdades.
7. Que la profecía de Moisés es verdad y que es el padre de los profetas tanto de los que lo precedieron como los que vinieron después de él.
8. Que toda la Torá que tenemos fue entregada a Moisés.
9. Que esta Torá no será cambiada y que no habrá otra Torá proveniente de D-os.
10. Que el Creador conoce todas las acciones y pensamientos de los hombres.
11. Que D-os premia a los que cumplen con Sus órdenes y castiga a quienes las violan.
12. La llegada del Mashíaj. Y aunque demore, esperar su llegada cada día.
13. La resurrección de los muertos en el momento que D-os así lo disponga.  

Maimónides identifica los versículos bíblicos en los cuales se basan cada uno de estos principios. Cada uno de dichos principios contiene muchos detalles y pormenores que están explicados en su magnum opus, el Mishné Torá.

(Hay autoridades halájicas que discuten con Maimónides en cuanto a cómo codificar los fundamentos de la fe judía, pero es tema para otra ocasión.)

¿Ver para creer?

Analicemos, a continuación, la dinámica de la fe en general y su rol en la vida cotidiana.

¿Cuándo y cómo se aplica la fe?

No es verdad que “ver es creer” ya que no hace falta creer lo que uno puede comprobar y ver. Y si se trata de algo que uno no puede comprobar, ¿por qué y cuándo debería creer?

Hay muchos que desestiman la fe en general como una especie de superstición; una muleta irracional sobre la cual se apoyan aquellos que no les da la cabeza o formación como para entender las cosas.

¿Es la fe una expresión de fuerza o de debilidad?

Para poder responder hace falta primero entender qué es lo que se quiere decir con “fe”. Fe tiene una implicancia que va más allá de simplemente creer en algo porque así te lo dijeron. Tiene la implicancia de “convicción”. Cuando uno sube al avión no sabe a ciencia cierta que lo va a hacer llegar a su destino; sube porque tiene fe. Más que “fe” es una convicción y certeza no comprobable. Si bien no es racional, tampoco es irracional.

Ahora bien. ¿Qué hace el que no tiene fe? ¿Acaso se le puede exigir a uno que crea en lo que no cree?

La respuesta a esta pregunta está en la palabra hebrea por fe: Emuná. Emuná tiene también la implicancia de “adiestramiento”. La fe nace de la costumbre. Cuando uno está acostumbrado al hecho de que el avión vuela y llega a destino, no hace falta convencerlo que suba al avión. En cambio, un aborigen que nunca vio volar un avión, difícil que crea que el avión podrá llevarlo a su destino. Otro ejemplo: cuando uno va al supermercado y compra algo a cambio de unos billetes, ¿qué lógica tiene? ¿Acaso un kilo de papas tiene un valor igual a unos billetes o monedas? Obviamente, la respuesta es que los papeles representan un valor real, aunque ellos mismos no tengan un gran valor intrínseco. La mayoría de la gente ni se cuestiona por qué alguien debería darles algo de valor intrínseco a cambio de esos papeles. Están acostumbrados a que la cosa funciona así. Intenta comprarle algo a cambio de billetes a un aborigen en su habitat natural. Te mirará como si caíste de la luna. ¿Por qué debería dar comida a cambio de unos papelitos? Si bien se le puede explicar eventualmente cómo funciona una economía en base a dinero, hasta que no lo entienda tiene para optar entre creerle o no creerle. En la jungla es difícil que lo crea, pero una vez que llegue a la ciudad y vea que funciona, será más fácil que acepte que es un sistema válido, aunque no sepa explicar por qué funciona.

Algo parecido ocurre con nuestra creencias. Si uno no está acostumbrado a ellas, resulta difícil aceptar su veracidad. La fe viene con el acostumbramiento y familiarización.

Ahora bien, uno puede acostumbrarse a creer en cualquier cosa. ¿Cómo elegir entre creencias legítimas y creencias ilegítimas?

Hay dos posibles respuestas:

1) Es una cuestión de confianza. Si bien los fundamentos de la fe judía son axiomas que no tienen cómo refutarse ni comprobarse, creemos en ellos porque confiamos en la fuente. Hubo más de 2.000.000 testigos oculares cuando recibimos la Torá hace 3325 años al pie del Monte Sinaí;

2) La naturaleza del alma lleva a que perciba dichas convicciones como reales. Por ejemplo: decir que está mal asesinar porque cada uno tiene derecho a vivir es una afirmación que no es ni comprobable ni refutable. Las sociedades que aceptan esta “ley” la hacen como algo “evidente”. Lo mismo ocurre con el judío con las demás creencias mencionadas.


Sansón y Dalila

En la historia de Sansón y Dalila vemos que luego de mentirle reiteradamente a Dalila en cuanto al secreto de su fuerza supernatural, finalmente le dijo la verdad: si se le cortara el pelo, perdería toda su fuerza. Dalila aviso a su cómplices filisteos y cuando estaba durmiendo, le cortó el pelo y llamó a los filisteos quienes lo llevaron en cautiverio.

Preguntan nuestros sabios ¿por qué creyó Dalila a Sansón luego de que vio varias veces que le había mentido? Una de las respuestas que el Talmud da es: Nikarin divrei Emet, o sea se reconocen palabras de verdad. La verdad resuena de una manera diferente….

Lo mismo podemos decir en cuanto a la transmisión de nuestras tradiciones y creencias milenarias: no precisan pruebas y las creemos porque resuenan en nosotros con el timbre inconfundible de la verdad.

Un ejemplo ilustrativo para entender ese mecanismo de convencimiento es la convicción que tenemos en que el Holocausto realmente ocurrió. Aunque yo personalmente no lo vi, estoy seguro que pasó porque vi los ojos que lo vieron… Escuché de primera fuente sobre las atrocidades, y ya no necesito otras “pruebas”. Nikarin Divrei Emet.


Originalmente publicado en el Semanario Hebreo

jueves, 25 de octubre de 2012

¿Quién es Judío? La Conversión al Judaísmo


La definición del judío y el proceso de conversión.

Una breve introducción al tema.

Compartido por Bentzy Shemtov.

Para un artículo sobre el tema: www.rambamdiario.blogspot.com/2012/10/el-ser-judio.html

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martes, 23 de octubre de 2012

El ser Judío



El ser Judío



Preceptos y Conceptos del Judaísmo


Por el rabino Eliezer Shemtov


Entre las preguntas más importantes del judaísmo contemporáneo es la de la identidad judía: ¿quién es judío? y ¿qué quiere decir serlo?

Antiguamente no hubo mucha duda al respecto. Tanto los judíos como los que no lo eran tenían muy claro que ser judío quería decir ser descendiente de Avraham, Isaac y Jacob y - por lo tanto - integrante del pueblo judío quienes vivían de la manera delineada en la Torá y Halajá.

Fue recién luego de la aparición del iluminismo, cuando Napoleón le abrió al judío las puertas de la sociedad no judía, que, frente a la posibilidad de elegir entre adherirse a las tradiciones judías milenarias y abandonarlas, surgieron nuevas definiciones y dudas en cuanto a qué quería decir ser judío.

Analicemos el tema desde su aspecto histórico, legal y místico.

Histórico

El proceso del nacimiento del pueblo judío culminó al recibir la Torá. Ese fue el acontecimiento transformador del pueblo judío. Hasta ese momento fueron simplemente “hebreos” o “israelitas”, individuos que suscribían a la misma filosofía (del monoteísmo). A partir de ese momento al pie del Monte Sinaí, cuando todos los presentes se transformaron en integrantes del pueblo judío, el que naciera de madre judía sería judío en forma automática. El que no nació judío y quisiera serlo, debería pasar por el mismo proceso por medio del cual el pueblo judío pasó para convertirse en tal: 1) la circuncisión (en caso de un varón); 2) la sumersión en un cuerpo de agua natural, denominado “Mikve”; 3) aceptar cumplir con toda la Torá, “Naasé Venishmá”, (los tres pasos realizados delante de un tribunal rabínicio habilitado para tal fin).

Si bien esto define quién es judío según la ley judía o Halajá, queda por analizar qué implica ser un judío. Buscaremos la respuesta en dos partes: 1) el Talmud o Halajá para encontrar las implicancias prácticas y 2) la Kabalá y el Jasidismo para encontrar la respuesta más esotérica y espiritual.

Desde el punto de vista práctico, ser judío implica tener un pacto especial con D-os. Todos estuvimos física o espiritualmente presentes en el Monte Sinaí cuando el pueblo judío entró en dicho pacto. Es un pacto heredado biológicamente de generación en generación. El pacto consiste básicamente en ser Or Lagoim o una Luz para las Naciones, o como lo define Rabi Iehudá Halevi en su libro filosófico El Kuzari: el “corazón” de la humanidad, cuya tarea es bombear sangre oxigenada a todos los demás. Lo que destaca al pueblo judío es su ejemplo de dedicación incondicional a servir a D-os y a difundir Su presencia.

Para cumplir con tal fin, D-os nos dio 613 preceptos que sirven para transformar una vida humana en una vida Divina. El fundamento de dichos preceptos va más allá de la lógica humana; es una lógica Divina, si se quiere. Al vivir nuestra vida conforme a estos preceptos transformamos nuestra vida en un vehículo que plasma la voluntad Divina en el plano terrenal. No hay judío que esté excluido de dicho pacto. Uno no es judío porque cumpla con los preceptos, sino lo contrario: tiene el deber de cumplir con los preceptos debido al hecho que es judío.

Y ¿Qué pasa con el libre albedrío?

¿Qué pasa si no me interesa cumplir con el pacto?

Uno tiene el libre albedrío para decidir cumplir o no con los preceptos; no tiene el libre albedrío para decidir si tiene o no la obligación de cumplir con ellas. Uno tiene el libre albedrío para decidir cruzar o no la calle con luz roja; no tiene el libre albedrío para decidir su legalidad o las posibles consecuencias....

La conversiones “light”

El proceso para convertirse en judío es muy sencillo y funciona siempre y cuando uno la haga con honestidad. Según la Halajá no hay “descuentos”. No existen conversiones “light” y quiero explicar por qué.

Si bien el que es judío de nacimiento no puede desjudaizarse y siempre será judío ante la ley judía por más que no crea ni cumpla nada, no es el caso cuando de conversión se trata. Para convertirse en judío uno debe asumir cumplir con todo lo que marca la ley.

¿Por qué?

Sin ir muy lejos, vemos que si uno nació uruguayo, será uruguayo hasta el final de sus días, independientemente de su conducta. En cambio, si uno quiere asumir la ciudadanía uruguaya, es imprescindible que acepte a respetar la Constitución en su totalidad. Si dice estar de acuerdo con toda la Constitución menos una cláusula, se le dice: anda a buscar la ciudadanía de un país cuya constitución te agrade. Nuestra Constitución es una sola y la misma para todos.

No le ayudará señalar el hecho que hay muchos uruguayos de nacimiento que no respetan la ley y aun así están considerados uruguayos con plenos derechos...

La Neshamá

Pasemos ahora a la faceta espiritual del tema: el alma judía o Neshamá.

Según las enseñanzas místicas judías, cada ser creado tiene un alma con características determinadas. El “alma” viene a ser la energía Divina que hace funcionar al que la posee.

La característica especial del alma judía es su capacidad de abnegación total frente a la voluntad Divina. Puede que haya muchos judíos que no reconozcan poseer esa característica, profesan ser “no creyentes”, pero no cambia el hecho que, en su fuero más íntimo, la poseen. Es por medio del estudio de la Torá que dicha alma se nutre y es por medio de las Mitzvot que encuentra su expresión.

Cuando uno quiere convertirse en judío, quiere, en otras palabras, poseer dicha alma y vivir una vida conforme a sus características y necesidades.

Nuestros sabios comparan al converso con un niño recién nacido. La idea básica es que, igual que el niño recién nacido, empieza una nueva vida. Pero, en realidad, contiene una implicancia más profunda. El niño recién nacido hace nueve meses que existe. Lo que distingue el minuto antes y después de nacer es que antes no es un ser independiente, mientras que después de nacer es una criatura totalmente funcional e independiente. Algo parecido ocurre con la conversión. Antes de convertirse el converso tiene un alma judía en estado “embriónico” que lo empuje a “nacer” y transformarse en un judío pleno.

Dicho proceso puede ocurrir siempre y cuando uno realmente quiere asumir el pacto que D-os hizo con el pueblo judío, en otras palabras: cumplir con el judaísmo en su totalidad, y realizar el proceso de conversión de acuerdo a Sus criterios. Si no le interesa asumir dicho pacto, ¿en qué y para qué convertirse?


Publicado originalmente en el Semanario Hebreo

martes, 9 de octubre de 2012

El Kohén


Preceptos y Conceptos del Judaísmo 
Por el rabino Eliezer Shemtov

El Kohén

En memoria de Rabino Aharón Péretz (Ernesto), Z”L, ben Rafael Hakohen Stawsky, una brillante estrella en el firmamento de la judeidad uruguaya-argentina que fue elevada a un nivel superior para iluminar al mundo aun más (víspera de Sucot, 5773).

El pueblo judío se compone de doce tribus, descendientes de los doce hijos de Iaakov. Cada tribu tiene su misión especial por la cual heredó su porción específica en la tierra de Israel. Destacada entre las tribus está la tribu de Levi y entre sus familias, la de los Kohanim, descendientes de Aharón, hermano de Moshé.

Veamos hoy algo sobre las características de esta familia tan especial cuyos descendientes ocupan un lugar destacado en el pueblo judío hasta el día de hoy.

Origen

El primero en ocupar el rol de Kohén fue Aharón, hermano de Moisés, en el año 2449, cuando los judíos estaban todavía en el desierto. D-os había ordenado al pueblo judío a construir un tabernáculo, un “hogar” para D-os, que serviría como punto de encuentro entre D-os y el mundo. En dicho Tabernáculo hubo una cantidad de servicios que había que realizar, como el encendido diario del candelabro, la ofrenda del incienso y los sacrificios. Todas esta tareas tenían que realizarse exclusivamente por medio de Aharón y sus descendientes para toda posteridad.

Para realizar los servicios tenían que vestirse con ropas especiales y debían tener un máximo nivel de pureza espiritual. Vienen a ser como la Guardia Real de D-os.

Privilegios y responsabilidades

Dadas sus responsabilidades en el Tabernáculo y, eventualmente también, en el Templo de Jerusalem, les es prohibido venir en contacto con un cadáver humano con excepción de los siete parientes directos (padre, madre, hermano, hermana soltera, hijo, hija, esposa) en cuyo caso participan en el entierro.

Hasta el día de hoy el Kohén debe cuidarse de no entrar bajo el mismo techo que un cadáver o llegar cerca de una tumba y ni hablar venir en contacto directo con un cadáver.
El venir en contacto directo o indirecto con un cadáver humano lo transforma en impuro, inhabilitando su entrada al Templo, símbolo y fuente de vida, hasta no pasar por el proceso de purificación ritual.

Dada la importancia del rol del Kohén, se le confiere honores especiales:

1) Es llamado primero a la Torá;
2) Se le da siempre el honor de ser el primero;
3) No se le pide a un Kohén que haga una tarea mundana para uno, como por ejemplo alcanzar algo en la mesa.

Dada el status especial del Kohén, la Torá es muy exigente en cuanto a con quién puede casarse, prohibiéndole casarse con una mujer divorciada, por ejemplo, o con una mujer convertida al judaísmo. En el caso que un Kohén se case con una mujer prohibida para él, los hijos que nacen de esa unión ya no están considerados Kohanim.

Bircat Kohanim

Hemos tenido ocasión de hablar sobre el tema de las bendiciones en el judaísmo. Todas son de origen rabínico menos dos que son de origen bíblico: 1) Bircat Hamazón o la bendición después de comer; 2) Bircat Kohanim o la bendición sacerdotal.

Veamos algunos aspectos de la bendición sacerdotal.

El origen de la misma está en Números 6:22-27:

“Y D-os le habló a Moshé para que lo transmita.

Habla a Aharón y a sus hijos y diles:

Así bendecirán a los hijos de Israel, Diles:

‘Que D-os te bendiga y te cuide.

‘Que D-os haga resplandecer Su rostro hacia ti y te conceda gracia.

‘Que D-os levante Su cara hacia ti y te dé paz.’

Y que pongan mi nombre sobre los hijos de Israel y yo les bendeciré.”

¿Cuál es el objetivo de esta bendición? ¿Por qué justo estas bendiciones? ¿Por qué justo por medio de los Kohanim?

Dichas tres bendiciones representan todas las necesidades del hombre. La primera habla de las necesidades materiales, la segunda habla del éxito en el plano espiritual y la tercera habla del éxito en lograr la armonía entre nuestras distintas facetas.

Nuestros sabios explican que dada la característica especial de Aharón es que D-os lo designó como el conducto ideal por medio del cual mandar Sus bendiciones.

¿Cuál es la característica especial de Aharón?

Aharón era una persona que se destacaba por su ingenio en cultivar la paz entre la gente. Aharón amaba a la gente y buscaba siempre lograr que haya paz entre uno y otro, muchas veces utilizando estrategias con mucha astucia.

Esa característica de amor hacia el prójimo está expresada en la bendición que el Kohén pronuncia antes de proseguir con la bendición sacerdotal: “Bendito eres tú, D-os nuestro D-os, rey del universo, Quien nos santificó con la santidad de Aharón y nos ordenó bendecir a Su pueblo Israel con amor.”

De hecho, un Kohén que no ama al público a quien se dirige le es prohibido pronunciar la bendición.

La costumbre Ashkenazi en la diáspora es que los Kohanim pronuncian la bendición en la sinagoga únicamente durante la repetición de la plegaria de Musaf de Iom Kipur y las festividades, cuando todos estamos con una alegría y tranquilidad especial. La costumbre Sefaradí es pronunciarla todos los días. En Israel hay diversas costumbres en cuanto a la frecuencia con la que los Kohanim pronuncian la bendición.

Antes de pronunciar la bendición, los Kohanim se hacen lavar las manos de una manera ritual. Dicho lavado es realizado preferiblemente por medio de un Levi. En caso que no haya un Levi presente, el lavado lo realiza un primogénito.

El Kohén levanta sus manos a la altura de su cabeza, formando cinco espacios entre sus dedos, mientras pronuncia la bendición. Debe pronunciar la bendición parado, en Hebreo, en voz alta y con cara hacia el público.

Tanto los Kohanim como el público que recibe la bendición se acostumbran taparse completamente con el Talit. Los Kohanim se tapan para no ser vistos durante su pronunciamiento de la bendición, por respeto a la Shejiná que se encuentra entre los cinco espacios de sus dedos. El público se tapa para cumplir con lo que dicen nuestros sabios que la bendición recae únicamente sobre algo que está oculto del ojo.

Se acostumbra recitar, mientras los Kohanim terminan de cantar, una plegaria especial pidiendo que nuestros sueños se cumplan para bien.