viernes, 27 de abril de 2012

Vida después de la Vida




Vida después de la Vida (1)

Preceptos y Conceptos del Judaísmo
Por el Rabino Eliezer Shemtov

¿A dónde vamos cuando nos vamos?

Para poder contestar esta pregunta, hace falta definir, primero, ¿qué somos? y ¿de dónde venimos?

En cuanto al origen del hombre, encontramos en la Torá la siguiente descripción[1]: “Y D-os creó al hombre, polvo de la tierra, e insufló en sus narices un alma de vida, y el hombre se transformó en un ser vivo.” O sea, somos un compuesto de alma y cuerpo. El cuerpo fue confeccionado de la tierra mientras que el alma, la vitalidad, viene de la fuente de la vida, D-os.

En realidad, también la dimensión física del hombre es una creación Divina que depende de D-os para su subsistencia. Es que el cuerpo y toda la dimensión material de la existencia expresan la dimensión esencial y oculta de D-os, mientras que el alma expresa Su dimensión revelada.

Estructura del alma

El alma se compone de diez poderes específicos, se motiva por dos poderes “globales” y se expresa por medio de tres “vestimentas”.

Los diez poderes se componen de tres poderes intelectuales y siete de interacción.

Las tres facultades intelectuales son Jojmá, Bina y Daat, cuyas siglas forman la palabra “Jabad”. Jojmá es la facultad creativa, Biná es la facultad analítica y Daat es la cognitiva, puente entre el intelecto y las emociones.

Las siete de interacción son: Jésed, bondad; Guevurá, severidad; Tiféret, misericordia; Nétzaj, persistencia; Hod, sumisión; Iesod, conexión; Maljut, comunicación.

Las tres vestimentas por medio de las cuales el alma se expresa son el pensamiento el habla y la acción.

Los dos poderes globales que son los “motores” tanto del intelecto como de las emociones son Ratzón, voluntad y Taanug, placer.

No es este el lugar para explayarse sobre el tema. Quise simplemente dar la descripción básica de los componentes del alma.

Es durante el actual período del año, las siete semanas entre Pésaj y Shavuot que trabajamos los siete poderes de interacción, dedicando una semana a cada uno de ellos.

Por más detalles, véase: www.jabad.org.uy/672664

Dos almas

En su libro fundacional de la filosofía de Jabad, el Rabí Schneur Zalman señala que en realidad poseemos dos almas, la una “animal” y la segunda “Divina”. O sea, debemos lidiar con un conflicto constante entre dos instintos, el uno que busca lo que buscan los animales, comer, beber, dormir y procrearse y el otro que busca conectarse no sólo con lo espiritual, sino con su esencia y origen, con D-os. El alma Divina proviene de “arriba” y aspira volver hacia arriba, mientras que el alma animal proviene de “abajo” y aspira reconectarse con lo de abajo, con los placeres terrenales.

La misión por la cual nacimos es para dominar a nuestros instintos animales, canalizar y sublimarlos y descubrir y dar expresión a la dimensión Divina inherente en cada pensamiento, palabra y acción que se nos toca realizar.

Una vez cumplida la misión, el alma se libera de su continente físico y vuelve a su origen, al mundo espiritual, en un estado más elevado que del cual proviene.

Paraíso e Infierno

Pero, ¿a dónde va?

Depende.

El alma, al separarse del cuerpo, vuelve al mundo de la verdad. Percibe la realidad con claridad, sin la distorsión del cuerpo y el alma animal. Si vivió su vida de acuerdo al mandato Divino, siente una gran satisfacción y placer. Si vivió una vida ignorando su misión y siguiendo los instintos de su alma animal, se siente arrepentido, pero frustrado por la impotencia, sin poder hacer nada al respecto. A la primera condición la llamamos “paraíso” y a la segunda, “infierno”. Son condiciones producto de nuestro comportamiento durante la vida.

En general la estadía en el infierno es por un período limitado, luego del cual el alma, purificada, entra al paraíso.

Una de las funciones del Kadish es precisamente alivianar la experiencia para el alma en ese período.

Resurrección de los muertos

Uno de los fundamentos de la fe judía, incluido también en los Trece Fundamentos de la Fe Judía articulados por Maimónides, es la fe en la eventual resurrección física de los muertos.

Las fuentes primarias que hablan y aluden a la resurrección están en la propia Biblia[2].

La razón que las enseñanzas jasídicas y kabalísticas dan por la importancia de la resurrección es que la manifestación máxima de lo Divino está en el plano físico y no en el espiritual. Es con la resurrección física de lo muertos que el mundo llegará a su perfección y la relación entre el hombre y D-os llegará a su máxima expresión.

¿Será posible que los muertos revivan? Encontramos en el Talmud[3] muchas discusiones al respecto. He aquí una muestra:

Le preguntó la reina Cleopatra a Rabí Meir: sabemos que los muertos se van a resucitar, pero ¿se levantarán desnudos o vestidos? Contestó Rabí Meir: podemos deducir la respuesta del trigo. Si el trigo que se entierra desnuda, sale con varios ropajes, los justos que se entierran con su ropa, por supuesto que se levantarán con ropajes.

Le dijo César a Raban Gamliel: Uds. dicen que los muertos se resucitarán. Pero, ¿cómo puede ser, si son nada más que polvo? ¿Acaso el polvo se revive? Dijo su hija, déjalo y yo te respondo. Hay dos artesanos en nuestra ciudad, uno crea artesanía del agua y el otro la crea de la tierra. ¿Cuál de los dos es superior? Le contestó César: el que crea del agua. Respondió la hija: si puede crear del agua, ¿no es obvio que puede crear de la tierra?

Dijo aquel hereje a Gueviha ben Pesisa: qué pena que uds. dicen que los muertos revivirán. Si los que viven (eventualmente) mueren, ¿vivirán los que mueren? A lo que respondió: qué pena que dicen que los muertos no revivirán. Si los que nunca existieron (nacen y) viven; por supuesto que los que ya existieron pueden volver a existir.

Reencarnación

Cada alma tiene una misión específica que debe cumplir en la tierra y a veces se la manda de vuelta a la tierra, dándole así nuevas oportunidades para cumplir con ella. A veces el alma vuelve vestida en una planta o en un animal, dependiendo, en ese caso, de otros para ser utilizado de tal manera que la ayude a alcanzar su perfección espiritual.




[1] Génesis, 2:7
[2] Véase Sanhedrín 90b
[3] ibid

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