viernes, 11 de noviembre de 2011

El Pudor





Preceptos y Conceptos del Judaísmo
Por el Rabino Eliezer Shemtov

El Pudor 

Hablemos hoy del tema del pudor en el judaísmo, conocido también como Tzniut

Muchos ven en las normas halájicas de la vestimenta una especie de represión de la mujer, de la sexualidad o de ambas. No hay nada más lejos de la verdad. Veamos de qué se trata.

La primera referencia que encontramos con respecto al uso de la ropa está en el libro de Génesis (2:25) con referencia al primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva: “Y ambos estaban desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban”. Luego de haber comido del fruto prohibido del Arbol de Conocimiento, la Torá (Ibid, 3:7) dice que “se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta que estaban desnudos, se cocieron hojas de higo y se hicieron delantales”.

He aquí, pues, una llave para desentrañar el misterio de la desnudez, la vergüenza que genera y el pudor.

¿Por qué es que Adán y Eva no tenían vergüenza por su desnudez antes de comer del árbol, y recién luego de comer de la fruta prohibida se les produjo la vergüenza por su desnudez?

El comentarista bíblico Rabí Jaim Ben Atar (1696-1743), conocido también como el “Or Hajaim Hakadosh”, da la siguiente fascinante explicación:

Antes de trasgredir la voluntad de D-os con comer de la fruta del árbol prohibido, el hombre no tenía ni ganas de hacer algo que contradijera la voluntad de su Creador. El hombre, creado directamente por D-os “a Su imagen y semejanza”, era perfecto y no tenía el instinto hacia el mal. El mal, representado por la víbora, era un ente externo al hombre, ejerciéndole presión para invadir y corromperlo.

Antes de comer del árbol el hombre manejaba únicamente los criterios de “correcto” e “incorrecto”, determinado por si conformaba o no con el propósito establecido por su Creador. Las cosas existían sólo para servir con ellos a su Creador. No se le ocurrió emplear los criterios de “me gusta” y “no me gusta”, independientemente de “correcto” e “incorrecto”. Todos los órganos del cuerpo existían únicamente para cumplir con el objetivo Divino por el cual fueron creados.

Luego de comer del árbol, en contra de la voluntad de D-os, el mal entró al sistema del hombre, fue metabolizado por él y a partir de ese momento llegó a formar parte de él. A partir de ese momento el hombre aprendió a justificar hacer algo simplemente porque “me gusta” a pesar de ser incorrecto y no hacer algo porque “no me gusta” a pesar de ser correcto. Esa nueva perspectiva, producto de su debilidad, produjo vergüenza en el hombre, creado para dominar y canalizar su naturaleza para servir a D-os y no para ser dominado por ella, como los animales.

Su reacción ante la nueva realidad fue tapar esa faceta más vulnerable de su ser y desde entonces el pudor quedó grabado en la psiquis del hombre. 

El judaísmo no considera que la sexualidad en sí sea vergonzosa, sino que su expresión fuera de su lugar correcto es consecuencia de debilidad y motivo de vergüenza. En realidad, para el judaísmo la sexualidad en sí es algo sagrado. Es obligación casarse y hay un deber de satisfacer las necesidades sexuales del cónyuge. De hecho, la palabra hebrea por matrimonio es Kidushín, del verbo Kadesh o consagrar. Aunque parezca paradójico, no lo es ya que todo lo que tiene un gran potencial para el bien tiene, si se aplica incorrectamente, el potencial para lo contrario.

Curso de Bomberos

Me tocó asistir a un curso de capacitación en la Dirección Nacional de Bomberos. La primera cosa que se nos pidió fue definir la diferencia entre “fuego” e “incendio”. La respuesta no tardó en llegar: un incendio es fuego fuera de control…  Con el fuego controlado uno puede lograr mucho beneficio, pero ojo con perder el control sobre ese fuego tan lindo… 

Lo mismo ocurre con el instinto sexual. Si uno lo domina, lo puede consagrar y expresar por medio de ello un nivel de espiritualidad superior al de los ángeles; en cambio si uno es controlado por ello, puede caer a un nivel inferior al de los animales.

Es justamente por el gran respeto por esta faceta humana tan poderosa y a la vez tan frágil que el judaísmo ha impuesto tantas normas de pudor y protección. 

Separación entre hombres y mujeres

Esto explica también la razón por la que el judaísmo impone la separación física entre hombres y mujeres, tanto en la sinagoga como en otras ocasiones. La química entre hombres y mujeres, en todas sus manifestaciones, es sagrada y por lo tanto reservada para la intimidad de la pareja casada.

En el judaísmo, cuanto más sagrado es algo tanto más guardado y tapado está; fíjate que el objeto más sagrado en el judaísmo, el Séfer Torá se encuentra guardado en el arca, detrás de la cortina… La santidad va de la mano con el pudor.
Criterios de pudor

Las normas de pudor en la vestimenta apuntan a tapar lo que compartimos con el animal y destacar lo que nos distingue, o sea la cara y las manos. En el mundo occidental actual la ropa es usada frecuentemente justamente para lo contrario, para destacar nuestra faceta animal con el objetivo de darle expresión y a su vez provocar el instinto animal... El judaísmo busca protegernos contra ese instinto natural y cultivar otro tipo de sensibilidad y aspiración.

Identidad nacional

Nuestros sabios señalan que el pueblo judío logró salir de Egipto gracias a que no cambiaron sus nombres hebreos, su idioma y su manera de vestirse.

Vestirse de una manera diferente a los que nos rodean nos - y les - hace recordar de nuestra identidad y de que tenemos una misión especial a cumplir. Ayuda a que no nos sucumbamos a las presiones de la asimilación.

Los uniformes en general se diseñan de acuerdo a la funcion que cumplen los que los tendrán puestos. Los médicos de visten de blanco, los soldados de camuflaje. Vestirnos de la manera formal en que lo hacemos apunta a conscientizarnos del hecho que, como la Guardia Real, nos encontramos constantemente en presencia de y al servicio del Rey Supremo.

Hay que señalar que el pudor no es sólo una cuestión de vestimenta, sino de conducta general, pero eso ya es un tema para otra oportunidad.

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