jueves, 7 de abril de 2011

Pésaj - Libertad Personal


Pésaj - Libertad Personal
 Rabino Eliezer Shemtov

La festividad de Pésaj marca el “nacimiento” de nuestro pueblo al salir del “vientre” egipcio hace 3.323 años. Está denominado Zman Jeiruteinu, el tiempo de nuestra liberación. Las enseñanzas jasídicas señalan que al llamarse el tiempo de nuestra liberación y no meramente “aniversario de la liberación de nuestros antepasados”, Pésaj es un tiempo en el año propenso para lograr nuestra libertad personal con más facilidad.

Hablemos hoy del concepto judío de la libertad personal. ¿Qué es? Y ¿Cómo se logra?

Generalmente se entiende el concepto de libertad como la posibilidad de hacer lo que uno quiere. No es tan sencillo, ya que uno que fuma porque quiere, por ejemplo, ¿es libre? O ¿libre es aquel que puede controlar su deseo y no fumar? ¿Libre es aquel que se enoja cuando quiere o aquel que tiene el poder de dominar su enojo?

Podríamos sacar dos conclusiones de este ejemplo:

1)      Si bien uno quiere fumar, en realidad quisiera no querer fumar. O sea, el que controla su deseo de fumar está expresando su deseo de no ceder a su deseo de fumar y por ende está haciendo lo que realmente quiere;

2)      La verdadera libertad no es hacer lo que uno quiere sino lo que uno debe. El que hace lo que quiere en lugar de lo que debe termina siendo nada más que un esclavo a su propio instinto.

Las preguntas que surgen entonces son:

1) ¿Cómo se define qué es lo que uno realmente quiere? No es una pregunta tan fácil de responder; fíjate las fortunas que la gente gasta en psicólogos justamente para que le ayuden a definir qué es lo que quiere a diferencia de lo que cree que quiere…

2) ¿Cómo se define qué es lo que uno debería hacer?

Creo que antes de poder responder a estas preguntas hace falta hacer otra:

¿Qué somos, en realidad?

El hombre vivo está compuesto de cuerpo y alma. No obstante cabe preguntarse, ¿soy mi cuerpo y tengo un alma o soy mi alma y tengo un cuerpo? La diferencia entre ambas posibilidades es abismal. Decir que soy mi cuerpo implica que mi cuerpo, sus necesidades y placeres es lo que soy y el alma es simplemente una especie de “batería” que lo hace funcionar. Decir que soy mi alma implica que soy un ser con una conciencia superior al animal y el cuerpo es simplemente una herramienta por medio del cual el alma puede actuar en el plano terrenal.

La relación entre el alma y el cuerpo puede ser una de armonía o de conflicto. Imagínate el siguiente conflicto: mi cuerpo quiere comer ese chorizo, pero el médico me dijo que tengo valores altos de colesterol malo y ácido úrico. ¿Qué hago? Antes de decidir qué hago me pregunto ¿qué es lo que realmente quiero? Claro, una parte mía realmente quiere la sensación generada por comer el chorizo y otra parte mía realmente quiere la sensación generada por vivir mejor… Pero, ¿qué es lo que yo realmente quiero?

Probablemente quiera las dos cosas realmente. Una parte realmente quiere el chorizo y otra parte mía realmente quiere vivir sin el chorizo. Ahora tengo que decidir a cuál de los dos deseos voy a hacer caso. ¿En cuál de los dos escenarios estaría más libre, si opto por el chorizo o si opto por superarlo?

Creo que todos aplaudirían si optase por ignorar la tentación del cóctel de colesterol y ácido úrico y me mirarían con pena (y probablemente con mucha empatía) si optase por comerlo.

He aquí un ejemplo de cómo uno, por medio del razonamiento, puede dominar y liberarse de la tentación para hacer lo que entiende correcto.

Pésaj nos lleva a un nivel de libertad mayor aún; nos libera inclusive de los límites de nuestro propio intelecto.

Las enseñanzas jasídicas nos enseñan que la gran contienda en la vida no es simplemente entre lo racional y lo irracional, como en los ejemplos citados, sino entre lo divino y lo animal.

Cada uno de nosotros poseemos dos almas, una divina y la otra animal. La divina es sensible a lo divino y motivada por ello y la animal es sensible a lo animal y motivado por ello.

Hay una constante puja entre ellas para ver quién de las dos dominará los pensamientos, palabras y acciones de su “anfitrión”.

En esa contienda, ¿quién es el libre, el que cede al alma animal o el que sigue las instrucciones del alma divina?

No es una pregunta fácil de contestar, ya que ¿cuántos de nosotros estamos siquiera conscientes de que tenemos un alma divina y qué es lo que quiere como para poder decidir qué preferimos?

Es por eso que nos fue entregada la Torá. La Torá, por medio de las Mitzvot, nos da las herramientas necesarias para poder acceder a esa dimensión interior nuestra y darle expresión.

En otras palabras, aunque suene paradójico, la Torá nos enseña qué es lo que realmente queremos y cómo llegar a conscientizarnos de ello y plasmarlo.

Con esto entenderemos algo muy interesante sobre las tres Matzot y las cuatro copas de vino que consumimos en el Séder.

Las tres Matzot representan los tres patriarcas del pueblo judío, Abraham, Itzjak y Jacob y las cuatro copas de vino representan a las cuatro matriarcas, Sará, Rivká, Rajel y Lea.

Pero, ¿por qué son tres Matzot y cuatro copas y no viceversa? 

El Rebe, que su mérito nos proteja, explica que hay un vínculo conceptual entre Matzá y los patriarcas y el vino y las matriarcas y esa relación se expresa hasta en sus cantidades. La Matzá no tiene gusto (la Matzá del Séder no debe contener nada más que harina y agua) mientras que el vino sí lo tiene. Estos dos elementos representan los dos pasos iniciales (“padre” y “madre”) en nuestro proceso de la liberación personal. La Matzá, que no tiene gusto, representa la disciplina mientras que el vino, que tiene gusto, representa la motivación personal.

El primer paso (“padre”) hacia la liberación de los límites personales es estar dispuesto a hacer lo que D-os manda aunque no guste y aunque uno no lo entienda. El segundo paso (“madre”) es desarrollar una apreciación y “gusto” en el cumplimento de las Mitzvot.

De hecho, una cosa lleva a la otra; es recién después de hacer las cosas porque D-os manda que uno llega a encontrar en ellas la expresión de su propia esencia divina.

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